La decisión

Por José Ignacio Flor

Tenía que tomar  una decisión, multitud de variables se relacionaban en su cabeza, interaccionando unas con otras de  alguna manera. Era difícil decidir pero estaba seguro de poder hacerlo, había alcanzado el paradigma sistémico y complejo y le habían entrenado en la toma de decisiones. Era capaz de hacer las cosas mal pero, en ese caso, sabía, intuía el por qué?

 

Todo comenzó en su paso por un centro de estudios determinado. Un profesor al que ahora recordaba, una materia optativa, Energías Renovables y Medio Ambiente, dos horas a la semana juntos y toda la semana para pensar. Varios meses trabajando en equipo con otros compañeros tratando de resolver aquel enigma que les había caído en suerte.

 

Diseñar y construir un aparato para ver por las orejas, una cadena energética, un regador automático de plantas para fines de semana y un voltímetro con efecto mecánico. A su vez debían buscar información y realizar un trabajo sobre relaciones e interacciones entre el armamentismo, el mal de las catedrales, la contaminación y el modo de vida americano.

 

Todo esto constituyó para ellos un reto casi imposible que les apasionó durante varios meses, hasta que con satisfacción pudieron presentar a sus compañeros las conclusiones a las que habían llegado. Vease todo el relato en el manuscrito El corazón de los árboles en la página web gratuita  losaparatosos.com

 

La familia tenía un negocio, una fábrica de aspiradores. Él tenía asegurado un buen puesto, técnico o mixto, pues siempre el control de la producción, de la inversión, de la imagen y del rumbo a tomar por la empresa parecían predestinadas para él. Pero le apasionaba la ciencia y también la historia. Necesitaba desarrollar su imaginación y su creatividad.

 

Le gustaba la aventura, moverse entre la gente, no tener “jefe”, ser responsable de su propio  trabajo, poder hacer cosas nuevas cada día.

 

Una fábrica puede dar  también la oportunidad para ser creativo,  por ejemplo, en el diseño de una publicidad “diferente” “innovadora”  o mediante la participación activa en algún segmento de la producción, corriendo ciertos riesgos. Recordaba siempre el ejemplo de La Algodonera de Gijón.

 

Esta fábrica asturiana que había impactado con dos frases que alcanzaron rápidamente el estatus de uso común: – date al piro Pichi – y  – lo dijo Blas y nada más: Punto Redondo –, se decidió por importar un telar alemán. Aparecieron por Gijón, para realizar las pruebas pertinentes, los técnicos alemanes con su moderna máquina, aportando también unos ovillos con un hilo especialmente diseñado para ella y que era de uso obligatorio. En una mañana tuvieron montado todo el tinglado.

 

Tras saborear una comida asturiana, con la alegría que insufla, fueron llegando a la sala de pruebas. El director de La Algodonera les dio la bienvenida y les agradeció que hubieran accedido a hacer las presentación en Gijón desplazándose no solo los técnicos sino trayendo la máquina, los accesorios, los ovillos y el hilo.

 

Los técnicos alemanes iban comentando el poco ruido que hacía la máquina,  la velocidad que podía alcanzar gracias principalmente al diseño de los ovillos y de la consistencia del hilo. Todo iba a la perfección.

 

Cuando estaba acabando la prueba y unos respetuosos aplausos empezaban a sonar, quedaron al descubierto los ovillos y en todos ellos aparecía impreso un brillante  anagrama que ponía: la algodonera de Gijón.

 

Hizo un balance de proyección de futuro. Si se unía a la fábrica tendría una misión clara: hacer cada día aspiradores menos ruidosos, más eficientes, más económicos, más pequeños y de menos peso. Por otra parte, tendría dinero, viviría en la ciudad en la que había nacido, sería jefe a medio plazo y a la larga director. No estaba mal. Sus compañeros buscaban trabajo como locos y era difícil encontrar algo mínimamente aceptable.

 

Pero a él le gustaba la ciencia, explicar lo inexplicable, diseñar piezas nuevas, asistir a Congresos donde debatir el funcionamiento del mundo, participar cada día en proyectos diferentes.

 

La decisión estaba tomada:  Apagar la TV

 

Así lo hizo y se fue a dormir.

 

Al  día siguiente se matriculó en unos cursos de postgrado de Ciencias Experimentales y Medio Ambiente con un enfoque directo hacia la historia de la ciencia.

 

El nuevo futuro que vislumbró era de poco dinero, bastante trabajo, incertidumbre, pero disfrutando cada minuto de su existencia. Había escogido una profesión en el que el trabajo se paga con prestigio, pero nadie piensa que además se debe pagar con dinero. Pero no le importó.

 

2017-03-27T15:29:45+00:00

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